jueves, 18 de noviembre de 2010

"MÌA O DE LA TUMBA FRÌA"

Por qué cada vez que una mujer aparece asesinada -y el caso no se resuelve rápidamente- la principal sospecha que surge entre la gente es que el asesino fue el marido? ¿Por qué esa costumbre de revolver en su vida privada, inventarle amantes, dudar de su sexualidad? ¿Por qué conmocionan tanto los feminicidios? Se los suele llamar crímenes pasionales, una manera de disfrazar una tragedia vinculándola al amor y a la pasión. Pero los crímenes pasionales no existen, lo que sí existen son los crímenes de poder. Según Amnistía Internacional, en los diez primeros meses del 2008 murieron 110 mujeres a manos de su pareja o ex pareja en el país.

Mía o de la tumba fría, el libro de los periodistas Mauro Szeta, Liliana Caruso y Florencia Etchevés que se presentó ayer en la Feria del Libro, echa luz sobre la violencia de género y recorre cuatro casos emblemáticos que aún permanecen impunes: el de María Marta García Belsunce, Nora Dalmasso, Rosana Galliano y Andrea Pajón. María Marta muerta a balazos en su casa del country y la simulación de un accidente; Rosana, acribillada a tiros, y un llamado de su esposo; Norita, estrangulada y un patrón genético que dice Macarrón; y Andrea baleada en el oído en la calle, y hasta sus hijos acusando al papá.

"Elegimos estos casos -cuenta Etchevés- porque parecen calcados. En todos hay mujeres asesinadas y maridos bajo sospecha. En todos se demora la resolución, lo que alimenta las hipótesis de la gente. Quisimos desentrañar este fenómeno social que hace que los maridos sean sospechosos eternos".

Y a modo de ejemplo cuenta que cuando le hicieron la entrevista a José Arce, él mismo dice que para la gente siempre va a ser el asesino de Rosana. Y el viudo de Pajón, Claudio Sartal dice: "La condena social es más jodida que la policial".

Los cuatro casos despertaron la curiosidad de la sociedad. Para mucha gente, las muertes de María Marta y Nora fueron como espiar por la cerradura cómo viven los ricos. En los casos de Rosana y Andrea, asomarse a matrimonios conflictivos y desparejos.

"A Nora se le adjudicaron muchísimos amantes -dice Caruso- y finalmente sólo apareció un amante. A María Marta se le buscó un costado lésbico, a Rosana una historia con un jardinero y a Andrea, otra pareja. Nosotros buscamos mostrarlas como eran. Por ejemplo, María Marta pocas horas antes de morir pidió turno en la peluquería para hacerse la tintura. Norita se estaba haciendo un tratamiento para la celulitis".

Con relatos novelados y atrapantes, el libro recorre la vida de estas mujeres a partir de los testimonios que figuran en los expedientes, con entrevistas a familiares y, en algunos casos, incluso a los viudos Sartal y Arce, antes de que fuera detenido.

En el caso de María Marta hay una descripción minuciosa y cronológica de cómo fue su último día. También aparecen las escuchas telefónicas. Y el backstage del velorio, donde familiares y amigos sospechaban y especulaban.

Marcelo Eduardo Macarrón, cuenta en su declaración, cómo fue la última noche de sexo con su mujer, Nora Dalmasso. La define como un encuentro de amor adolescente. Y hay detalles, muchos detalles, por ejemplo que Nora no quería vivir en el country.

Poco después de la muerte de Andrea Pajón, su madre encontró un papel que ella había escrito y guardaba en su Biblia. Eran sus deseos. "Felicidad, amor con mis hijos (...). Salud y que mi ex esposo me dé todo lo que me pertenece, que la justicia de los hombres me devuelva lo mío y la de Dios dictamine pronto". Para la gente, concluye el libro, hasta tanto no haya condena, los maridos son los eternos sospechosos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario